Parte 2. El llamado a la resistencia al sistema antihumano y la construcción de la alternativa transformadora
Este es un viejo
tema que diferentes grupos humanos han desarrollado a lo largo de la historia.
Es legitimar el “vivir en la oposición” no solamente por ser “antisistema”
(palabra utilizada con perversidad para desautorizar y condenar a los herejes)
sino que, a partir de ser víctimas sobrevivientes de un sistema que es “antihumano”
establecer un rompimiento con la fatalidad de la inercia de la violencia que se
reproduce en virtud del sistema, para luego construir aún si queremos, a partir
de la duda, de la propuesta, que nos atrevamos pues a balbucear siquiera ¨lo
otro¨ o mejor, que nos atrevamos a discutir otras posibilidades.
Se trata de dejar
de ser reactivos para ser más creativos. La solidaridad, la armonía, la
sabiduría son elementos propios del proceso creativo en el contexto en que lo
enfocamos. Una de las claves de este proceso, es por ejemplo el “Inlakech” de los mayas que significa ¨tu
eres mi otro yo¨. Este es un principio que (según deduzco) se generó a partir
de la inmensa diversidad de grupos humanos diferentes en nuestra Mesoamérica en
tiempos precolombinos (de hecho, el primer mestizaje se dio en aquella época,
antes de la llegada de los españoles).
El Inlakech implica el reconocimiento del
otro o de “los otros” (ustedes son el otro nosotros de nosotros) dentro de las
diferencias. Pero esto implica un ejercicio para determinar “el otro” desde una
perspectiva a lo mejor no tan occidental. Muchas veces los occidentales
partimos de categorías que constriñen al “otro” a una perspectiva o a lo mejor
una característica sobresaliente de el o los otros, o peor, por una
característica valorada desde nuestra propia perspectiva como notablemente
buena o mala. Para definir al otro, es necesario hacerlo desde la perspectiva
de su integralidad y ésta se determina no solo por los que le rodean, sino por
su propia dinámica con los demás. Desde esta perspectiva, los otros son parte
integral de nosotros mismos sin necesidad de ser iguales, más bien es necesario
ser diferentes para generar un tejido multicolor. Los mayas y los mesoamericanos,
utilizaban el símbolo de la estera, es decir el petate, para hablar de la
comunidad y lo que cohesiona a la comunidad es el Inlakech.
El hecho de
definir a los judíos como ¨el gran problema de Europa¨ a los palestinos como
¨terroristas¨ o a los indígenas como
¨seres inferiores destinados a la extinción¨ o a los brujos y brujas
como ¨la condenación de la humanidad a fuego eterno¨ ha provocado gravísimos
desbordes de violencia, en este caso por el desborde del poder punitivo del
estado. El terror de los nazis en el Gueto de Varsovia, el cerco y ataque de
las tropas israelíes a la Franja de Gaza irónicamente por los mismos judíos,
son dos ejemplos de cómo el clasificar al otro, comprimido en una categoría de
¨enemigo¨ provoca graves violaciones de los derechos humanos como una simple
reacción sin mayor conciencia, es decir que esto es concerniente a la dinámica
de la ley del más fuerte, del darwinismo social, o de la ideología de la
emergencia continua que denuncia el doctor Eugenio Zaffaroni consistente en
delimitar a un sector de la población como ¨el problema¨ para justificar el
crecimiento y desborde del poder punitivo del estado.
Y sin embargo, a
veces, en lo más cruel del genocidio, del ataque al otro, ha surgido el
reconocimiento del o la “otra”. Recuerdo haber leído la historia de un nazi,
quien en un proceso de ejecución de cientos de judíos con su fusil
ametrallador, a quienes había hincado al borde de una fosa, vio súbitamente a
una mujer, que antes de que le disparara a la cabeza, se volteó y le miró con
tal intensidad que lo llevó a reconocer: “y vi que era un ser humano”; esa
historia la repitió una y otra vez mientras convalecía trastornado en un
manicomio.
El rostro humano,
siendo una parte del cuerpo, es símbolo por excelencia de esa totalidad y por
eso el Inlakech es también ¨tu rostro es mi rostro¨. En 1992 como
consecuencia directa de nuestro Proceso de Paz, los lisiados de guerra de ambos
bandos, marcharon unidos. Fue interesante que se habían reconocido mutuamente
como ¨guerreros¨ y guerreros lesionados con fuertes demandas que aún hoy tienen vigencia. Si trascendemos la
penalización y persecución de los seres humanos sólo por las apariencias y nos
reconocemos dentro de las diferencias en nuestra integralidad de seres humanos,
habremos quizá encontrado una clave para tratar el problema de la violencia. No
quiero con estos comentarios, pretender dar soluciones, sino un humilde
material de discusión.
Contribución de Gustav Pineda (tohil223@yahoo.com.mx)
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