lunes, 10 de octubre de 2016

Colombia: del “no” a los acuerdos al Nobel de la paz



Resultado de imagen para colombiaLos últimos ocho días han sido agitados para el futuro de la paz en Colombia. Hemos pasado de la gran expectativa ante el plebiscito del pasado domingo 2 de octubre (la mayoría de los sondeos daban por seguro el “sí”), de la frustración ante el apretadísimo gane del “no” a la alegría que supone la concesión del  premio Nobel de la paz para el presidente Santos. Nos permitimos en estas líneas algunas reflexiones críticas deseando el mejor de los futuros para Colombia, pero también pensando en el pasado y futuro de El Salvador…
1. Sobre El Salvador es precisamente la primera reflexión. No sólo por las referencias por ejemplo al papel que fungió Joaquín Villalobos en este proceso (fue recientemente condecorado por Santos  junto con W. Ury) sino también por las referencias vociferadas por el expresidente Uribe. En la mente de Uribe, los acuerdos del 92 son una patraña. Eso es ofensivo para todos y todas aquellas que gastaron y perdieron sudor, sangre y lágrimas en ese proceso. Es cierto que podemos decir que tuvo sus falencias,  algunas que todavía sufrimos sus consecuencias (por ejemplo, el hecho de no haberse abordado causas estructurales del conflicto en la dimensión económica-social), pero en el orden político, las transformaciones son prominentes: reducción y reconversión del ejército, apertura del espectro político, nacimiento de la Policía Nacional Civil (aunque quisiésemos fuese más “civil”) y de la Procuraduría de Derechos Humanos… si a los conservadores extremos de la derecha no gustan de esas transformaciones, pues es lamentable.
2. Sobre el resultado del sondeo. La expectativa era por el “sí” y los sondeos de opinión daban por ganador al “sí”. ¿Podía esperarse que ganase la oposición a la paz? Es que era inconcebible. ¿Tiene sentido oponerse a la paz? En realidad es una atrocidad. En realidad es cierta expresión de la polarización interna propia de los partidos tradicionales que refleja la distancia de dos colaboradores del pasado: el expresidente Uribe y el presidente Santos (éste último fue ministro de defensa del primero). Algunos hablan de un problema de narcisismo y protagonismo político. Algo puede haber de eso, pero más de fondo me parece, para ir más allá de la mera personalización de los procesos sociales, es el peso que un sector fuertemente conservador en Colombia tiene ante la inclusión de la izquierda en el espectro político. Así como en El Salvador, a pesar de la distancia temporal desde 1992 con los acuerdos de finalización de la guerra civil, a la derecha más conservadora todavía le pesa la presencia de la izquierda y todo lo que eso significa política e ideológicamente, puesto que al sector conservador Colombiano le pesa muchísimo. De hecho la campaña por el “no” fue del típico “asusta y vencerás”. El fondo tiene que ver así mismo con la calidad que los diversos sectores del país han procesado el daño (personal y social) de la guerra que modifica sustancialmente la perspectiva de futuro.
3. Este es un elemento clave para la compresión de la situación y el situar la perspectiva de transformación que la conflictividad requiere. Un elemento clave que se viene trabajando desde hace mucho tiempo es precisamente el del daño a las víctimas desde una perspectiva de justicia restaurativa. El miedo, infundado y promovido por aquellos que se oponen a cambios profundos en la sociedad, proviene en parte por no entender cabalmente de qué se  trata la justicia restaurativa, pero también por afincarse en la idea inexacta que viene de identificar la justicia con la imposición de un castigo. Así, el discurso de Uribe, (¡pero también en El Salvador!) cree que se promueve la impunidad al no imponer un castigo. Nada más alejado de la verdad. En todo caso, este elemento se compensa con una creciente participación consciente de las víctimas organizadas en el proceso mismo de diálogo que, en su proceso por dejar ser víctimas, se convierten en protagonismo de cambios para Colombia.
4. De ahí que el Nobel para Santos recientemente anunciado sea un espaldarazo al proceso ya iniciado, por supuesto siempre perfectible en sus acuerdos; no es gratuito en esta línea que Santos hay ofrecido dedicar el monto financiero del premio a los programas de atención a víctimas, en la medida que se constituyen en una parte esencial del proceso. El premio otorgado permitirá balancear lo que pareció ser una victoria inesperada de Uribe que le catapultaba hacia el centro de atención. Ahora tendrá que lidiar con un premio Nobel y eso siempre tiene su peso.
Contribución de Patricio Schweinsteiger-Solis (p.schweinsteiger.solis@gmail.com) 

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