Los últimos ocho días han sido agitados para el
futuro de la paz en Colombia. Hemos pasado de la gran expectativa ante el plebiscito
del pasado domingo 2 de octubre (la mayoría de los sondeos daban por seguro el “sí”),
de la frustración ante el apretadísimo gane del “no” a la alegría que supone la
concesión del premio Nobel de la paz
para el presidente Santos. Nos permitimos en estas líneas algunas reflexiones
críticas deseando el mejor de los futuros para Colombia, pero también pensando
en el pasado y futuro de El Salvador…
1. Sobre El Salvador es precisamente la primera
reflexión. No sólo por las referencias por ejemplo al papel que fungió Joaquín
Villalobos en este proceso (fue recientemente condecorado por Santos junto con W. Ury) sino también por las
referencias vociferadas por el expresidente Uribe. En la mente de Uribe, los
acuerdos del 92 son una patraña. Eso es ofensivo para todos y todas aquellas que
gastaron y perdieron sudor, sangre y lágrimas en ese proceso. Es cierto que
podemos decir que tuvo sus falencias,
algunas que todavía sufrimos sus consecuencias (por ejemplo, el hecho de
no haberse abordado causas estructurales del conflicto en la dimensión
económica-social), pero en el orden político, las transformaciones son
prominentes: reducción y reconversión del ejército, apertura del espectro
político, nacimiento de la Policía Nacional Civil (aunque quisiésemos fuese más
“civil”) y de la Procuraduría de Derechos Humanos… si a los conservadores
extremos de la derecha no gustan de esas transformaciones, pues es lamentable.
2. Sobre el resultado del sondeo. La expectativa
era por el “sí” y los sondeos de opinión daban por ganador al “sí”. ¿Podía
esperarse que ganase la oposición a la paz? Es que era inconcebible. ¿Tiene
sentido oponerse a la paz? En realidad es una atrocidad. En realidad es cierta
expresión de la polarización interna propia de los partidos tradicionales que
refleja la distancia de dos colaboradores del pasado: el expresidente Uribe y
el presidente Santos (éste último fue ministro de defensa del primero). Algunos
hablan de un problema de narcisismo y protagonismo político. Algo puede haber
de eso, pero más de fondo me parece, para ir más allá de la mera
personalización de los procesos sociales, es el peso que un sector fuertemente
conservador en Colombia tiene ante la inclusión de la izquierda en el espectro
político. Así como en El Salvador, a pesar de la distancia temporal desde 1992
con los acuerdos de finalización de la guerra civil, a la derecha más conservadora
todavía le pesa la presencia de la izquierda y todo lo que eso significa
política e ideológicamente, puesto que al sector conservador Colombiano le pesa
muchísimo. De hecho la campaña por el “no” fue del típico “asusta y vencerás”.
El fondo tiene que ver así mismo con la calidad que los diversos sectores del
país han procesado el daño (personal y social) de la guerra que modifica
sustancialmente la perspectiva de futuro.
3. Este es un elemento clave para la compresión de
la situación y el situar la perspectiva de transformación que la conflictividad
requiere. Un elemento clave que se viene trabajando desde hace mucho tiempo es
precisamente el del daño a las víctimas desde una perspectiva de justicia
restaurativa. El miedo, infundado y promovido por aquellos que se oponen a
cambios profundos en la sociedad, proviene en parte por no entender cabalmente
de qué se trata la justicia restaurativa,
pero también por afincarse en la idea inexacta que viene de identificar la
justicia con la imposición de un castigo. Así, el discurso de Uribe, (¡pero
también en El Salvador!) cree que se promueve la impunidad al no imponer un
castigo. Nada más alejado de la verdad. En todo caso, este elemento se compensa
con una creciente participación consciente de las víctimas organizadas en el
proceso mismo de diálogo que, en su proceso por dejar ser víctimas, se
convierten en protagonismo de cambios para Colombia.
4. De ahí que el Nobel para Santos recientemente
anunciado sea un espaldarazo al proceso ya iniciado, por supuesto siempre
perfectible en sus acuerdos; no es gratuito en esta línea que Santos hay
ofrecido dedicar el monto financiero del premio a los programas de atención a
víctimas, en la medida que se constituyen en una parte esencial del proceso. El
premio otorgado permitirá balancear lo que pareció ser una victoria inesperada de
Uribe que le catapultaba hacia el centro de atención. Ahora tendrá que lidiar
con un premio Nobel y eso siempre tiene su peso.
Contribución de Patricio Schweinsteiger-Solis (p.schweinsteiger.solis@gmail.com)
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