"El Desertor" (comic 1916) |
Las iglesias, católica y protestantes
históricas, han enviado al Dios de Jesús a la dimensión etérea. Lo han puesto tan lejos, que necesita de
ellos como sus mediadores. Y como tales traicionan el espíritu de Jesús que
marca el rumbo y el estilo (Mt. 20,20-28).
Lejos de constituirse en servidores, pasan a engrosar las filas de los
poderosos de este mundo. No obstante,
gracias a Dios, hay sus muchas y variadas excepciones, colocando entre estas
excepciones también, a varias iglesias proféticas, humildes pero auténticas.
El Salvador es un país tipificado
como de mayoría cristiana; algunos valientes hasta dicen que somos casi el 100
%. Y se arma tal algarabía cuando dicen
que la iglesia católica –de los que aplauden y a la vez detestan a Mons.
Romero--, va disminuyendo y en picada.
Crece aún más la algarabía, cuando dicen que los evangélicos sobrepasan
ya el 40 % de cristianos con ese apellido en el país.
Sin embargo, la miseria y la pobreza
crecen en nuestro país. Somos de los
países con más alta tasa de homicidios sin estar en guerra formal. Y dentro de
esta tragedia, gran porcentaje lo ocupan los jóvenes, niños, niñas y las
mujeres, que son asesinadas con gran salvajismo.
Tenemos un terrible índice de
violaciones sexuales, en donde tampoco se escapan nuestros niños y niñas. Vivimos bajo la tónica de la ley del más
fuerte. Y si esto no es animalidad en sentido extremo, a saber que lo será.
En El Salvador no vivimos como hijos
e hijas de Dios, no vivimos como hermanos y hermanas, no vivimos como seres
humanos, y por tanto, la comunicación y esa joya preciosa que es el diálogo,
hasta es criminalizado cuando están de por medio los pobres.
Dice el Papa
Francisco que, “dialogar con quien piensa igual que uno, no es diálogo”. Decimos
nosotros que eso es vil y vulgar comunicación para componendas entre los que se
reparten el pastel. Lo anterior pues,
marca un fracaso rotundo para las iglesias que se dicen cristianas de verdad.
En el marco de la guerra civil que
vivió nuestro país, los Estados Unidos promovieron, alentaron, financiaron y
construyeron los espacios, para la explosión del evangelismo alienante y
mágico, y por cierto con objetivos bien precisos: (a) desmontar por medio de la
alienación religiosa, el espíritu combativo del pueblo salvadoreño; (b) aprovechar
el impacto generado por el asesinato de Mons. Romero, para ir desmontando y
bloqueando a los cristianos de las diferentes iglesias que vivían su fe desde
la realidad de las mayorías oprimidas.
El juez implacable que juzga a estas
iglesias de fachada es la misma realidad. Y es esta misma realidad la que el
pensamiento crítico disecciona, analiza y entiende para iniciar su labor de
desideologización que nos permita hacer visibles las cadenas que tenemos que
romper y arrancar.
Los niveles de conciencia ganados por las
mayorías populares, sus organizaciones, sus esfuerzos políticos, sociales y
culturales, denotan ya el impacto del evangelismo alienante; imputándole a Dios
y a su santísima voluntad, la tragedia que ahora vivimos.
La tradición de lucha por la
justicia y la paz no aparece en la actualidad.
La crítica y auto crítica ahora tienen el mote de traición, porque en el
fondo, las divinidades políticas y económicas nos dicen que las cosas son así,
porque el gran dios así lo quiere.
Pongamos pues los pies en la tierra
y que cunda el diálogo crudo y puro, en el seno de las grandes mayorías; junto
con aquellos dispuestos y dispuestas a echar su suerte con nosotros.
Desaprendamos la religión de la
muerte y volvamos a la fe de Jesús que nos hace hijos e hijas de la verdad,
constructores de justicia y paz para todos y todas.
Contribución de Felipe Aldana (salfelipe2006@yahoo.com)
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