jueves, 13 de octubre de 2016

El evangelismo mágico “profético” como la continuación de la guerra por otros medios



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"El Desertor" (comic 1916)
Partimos parafraseando a Carl von Clausewitz que plantea que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Pero también, toda política que refuerza la exclusión, la marginación y la carencia de alternativas a través de las cuales las grandes mayorías vayan resolviendo sus problemas, no es más que, la continuación de la guerra por otros medios, que además hacen pasar inadvertidos los muertos de estas mismas mayorías.

Las iglesias, católica y protestantes históricas, han enviado al Dios de Jesús a la dimensión etérea.  Lo han puesto tan lejos, que necesita de ellos como sus mediadores. Y como tales traicionan el espíritu de Jesús que marca el rumbo y el estilo (Mt. 20,20-28).  Lejos de constituirse en servidores, pasan a engrosar las filas de los poderosos de este mundo.  No obstante, gracias a Dios, hay sus muchas y variadas excepciones, colocando entre estas excepciones también, a varias iglesias proféticas, humildes pero auténticas.

El Salvador es un país tipificado como de mayoría cristiana; algunos valientes hasta dicen que somos casi el 100 %.  Y se arma tal algarabía cuando dicen que la iglesia católica –de los que aplauden y a la vez detestan a Mons. Romero--, va disminuyendo y en picada.  Crece aún más la algarabía, cuando dicen que los evangélicos sobrepasan ya el 40 % de cristianos con ese apellido en el país.

Sin embargo, la miseria y la pobreza crecen en nuestro país.  Somos de los países con más alta tasa de homicidios sin estar en guerra formal. Y dentro de esta tragedia, gran porcentaje lo ocupan los jóvenes, niños, niñas y las mujeres, que son asesinadas con gran salvajismo.

Tenemos un terrible índice de violaciones sexuales, en donde tampoco se escapan nuestros niños y niñas.  Vivimos bajo la tónica de la ley del más fuerte. Y si esto no es animalidad en sentido extremo, a saber que lo será.

En El Salvador no vivimos como hijos e hijas de Dios, no vivimos como hermanos y hermanas, no vivimos como seres humanos, y por tanto, la comunicación y esa joya preciosa que es el diálogo, hasta es criminalizado cuando están de por medio los pobres.

Dice el Papa Francisco que, “dialogar con quien piensa igual que uno, no es diálogo”. Decimos nosotros que eso es vil y vulgar comunicación para componendas entre los que se reparten el pastel.  Lo anterior pues, marca un fracaso rotundo para las iglesias que se dicen cristianas de verdad.

En el marco de la guerra civil que vivió nuestro país, los Estados Unidos promovieron, alentaron, financiaron y construyeron los espacios, para la explosión del evangelismo alienante y mágico, y por cierto con objetivos bien precisos: (a) desmontar por medio de la alienación religiosa, el espíritu combativo del pueblo salvadoreño; (b) aprovechar el impacto generado por el asesinato de Mons. Romero, para ir desmontando y bloqueando a los cristianos de las diferentes iglesias que vivían su fe desde la realidad de las mayorías oprimidas.

El juez implacable que juzga a estas iglesias de fachada es la misma realidad. Y es esta misma realidad la que el pensamiento crítico disecciona, analiza y entiende para iniciar su labor de desideologización que nos permita hacer visibles las cadenas que tenemos que romper y arrancar.

Los niveles de conciencia ganados por las mayorías populares, sus organizaciones, sus esfuerzos políticos, sociales y culturales, denotan ya el impacto del evangelismo alienante; imputándole a Dios y a su santísima voluntad, la tragedia que ahora vivimos. 

La tradición de lucha por la justicia y la paz no aparece en la actualidad.  La crítica y auto crítica ahora tienen el mote de traición, porque en el fondo, las divinidades políticas y económicas nos dicen que las cosas son así, porque el gran dios así lo quiere.

Pongamos pues los pies en la tierra y que cunda el diálogo crudo y puro, en el seno de las grandes mayorías; junto con aquellos dispuestos y dispuestas a echar su suerte con nosotros.  

Desaprendamos la religión de la muerte y volvamos a la fe de Jesús que nos hace hijos e hijas de la verdad, constructores de justicia y paz para todos y todas.

Contribución de Felipe Aldana (salfelipe2006@yahoo.com)

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