miércoles, 21 de junio de 2017

El ejercicio de poder: dos encuentros y el mundo al revés


Die grausamen Schweine schalachten die Menschen

En razón de  actividades académicas puedo dar cuenta de dos encuentros comparables. Absolutamente disímiles y absolutamente dispares en cuanto a lo que uno podía esperar y en cuanto a los personajes, pero nos da pie en su comparación para pensar los ejercicios de poder.
El primer encuentro aconteció un martes cerca de las once de la mañana. Nos había llevado tiempo establecer los contactos, las prerrogativas de seguridad, etc. Llegamos a una casa en una colonia fuera de San Salvador para entrevistar al líder de una pandilla local. En verdad me sentía inseguro, con cierto miedo, pero la compañía de otros colegas con experiencia territorial me daba cierta confianza. Ya saben, uno se imagina cosas: tipos prepotentes, tatuados por todas partes, un hablar golpeado, comportamiento rudo. Sin embargo,  encontramos dos tipos que al primer intercambio cayeron bien. Estaban probablemente tan nerviosos como nosotros. El primero de unos cuarenta años, el otro de unos treinta con aspecto más juvenil. Conversamos cerca de dos horas de su vida, de la comunidad, de su interés por tener una segunda oportunidad, rehabilitar la historia y dejar a sus hijos e hijas otra historia. Cuando vi mi reloj me di cuenta que el tiempo había volado. Eran cerca de la una de la tarde. Comencé a agradecer la visita y conversación, cuando el que parecía ser el jefe dijo “No, no se  pueden ir…”. Los prejuicios que han llovido durante años sobre mi cabeza regresaron y me asustaron. “No se pueden ir…  sin comer. Es hora de almuerzo. Hemos mandado a traer comida”. Así fue como degusté una de las mejores sopas de gallina que he probado en El Salvador. Debo confesar que fue una visita agradable, culinariamente destacable, académicamente importante para entender la dinámica de las pandillas.
Dos días después me reuní con un reconocido académico. Era mi contacto en una universidad local donde había establecido un contrato por unos productos de investigación. Siempre me ha parecido interesante conocer e intercambiar puntos de vista con otros académicos, especialmente si son de una especialidad que complemente la mía y que, portando nuevas ideas, permite estimular el pensamiento e incluso cuestionar las propias y así avanzar las ideas. Sin embargo, ha sido uno de los peores encuentros que he tenido en muchos años, incluso si tomo en cuenta todos los encuentros, académicos y no académicos. Deplorable. Me encontré una persona que presentándose como doctor en ciencias sociales, presentó los peores modales del mundo y mantuvo un tono amenazante durante los veinte minutos que duró el encuentro. Probablemente no estaba de acuerdo con la contratación que un superior suyo había hecho en mi caso o probablemente se sintió intimidado por mi presencia y/o apellido (es gracioso ver cómo llama la atención mi “schweinstiger”… impresiona en alemán, pero es graciosa su traducción) o probablemente siimplemente había tenido una mala mañana, conflictos amorosos o qué se yo…
Dos encuentros con personalidades disímiles y con expectativas distintas. Me tocó enfrentar dos ejercicios de poder distintos y desmontar mis propias expectativas. Debo aplaudir el modo personal con el que aquel jefe de pandillas procedió. Claro, me pueden decir que es un delincuente, que la Corte Suprema lo ha declarado terrorista, que siembra terror en la población. Y sin embargo, si vamos a cambiar esta sociedad, es mucho más probable poder hacerlo contando con esta persona que con aquel otro funcionario académico. Uno espera que las personas educadas se comporten educadamente, que sepan manejar sus emociones como bien manejan sus ideas y articulan bien su posición. Pero con aquel académico no recibí ni un vaso de agua, sino más bien ofensas. Debo reprochar el modo personal con el que este académico procedió. Si vamos a cambiar este país, será difícil contar con esta persona.
Pero comprendo mejor el disímil ejercicio de poder, el fondo de la violencia y de los conflictos. Me viene a la mente la frase de Nietzsche: Graumsankeit ist das Heilmittel des verletzten Stolzes (La crueldad es la cura del orgullo herido) (Nachgelassene Fragmente, Herbst 1881)

Una contribución de Patricio Schweinsteiger Solis (p.schweinsteiger.solis@gmail.com)