jueves, 6 de octubre de 2016

Violencia: de su instalación a la resistencia (I)


Parte 1. De la instalación de la violencia
Detalle Codex Kingsborough
Enfocar el fenómeno de la violencia puede ser incompleto si no se hace un análisis histórico de la misma; es decir desde las raíces más profundas en cuanto a fenómeno propio de una cultura, especialmente la occidental. Un texto budista enuncia: “Y yo también antes de despertar, al estar propenso a un nacimiento a causa del ser, buscaba lo que de la misma forma estaba propenso a nacer a causa del ser; al estar propenso a la vejez, enfermedad, muerte, pena e impureza, se me ocurrió: ¿Por qué, si estoy propenso a todas estas cosas, las sigo buscando?  ¿Por qué no, al estar propenso como estoy al nacimiento, vejez, decadencia, pena e impureza, busco lo no nacido, la no vejez, la no decadencia, la no muerte, la no pena, lo puro, a los más remotos lazos de seguridad, el Nirvana?” ( Ariyapariyesamasutta, Majjhima-Nikaya, I. 163.) 
La lógica de este planteamiento nos daría el contexto de la violencia como conducta movida por las necesidades que para algunos podrían ser el tanatos y el eros, es decir, de donde vienen los instintos de supervivencia y reproducción, bajo la lógica de que, se sobrevive y se reproduce el que logra imponerse sobre los demás, siendo esto la ley del más fuerte o, como dirían los iuspositivistas, el derecho llega hasta donde llega la flecha o la piedra del que la lanza.
Llevado este planteamiento a un nivel colectivo, o más a un nivel de género humano, llegamos al darwinismo social que sustentó la idea de la supremacía racial, es decir, el fatalismo de que unas “razas” estaban destinadas a sucumbir para dar paso a la “raza dominante”. De hecho, la ciencia del siglo XIX está muy marcada por este postulado. Esta ha sido pues, la lógica del nacimiento de las estructuras coloniales en América. Los conquistadores tenían derecho a imponerse manu militare y, como vencedores, tenían derecho a gozar de lo conquistado, de la presa de guerra. Los indígenas no tenían más que sucumbir ante la “nueva raza” y por tanto, toda expresión indígena era consignada a categorías peyorativas cuando no destruida.
Y es que, tan fuerte fue ese planteamiento que, cuando la Corona española intentó suprimir las encomiendas (forma eufemística de la esclavitud) los conquistadores y sus descendientes invocaron la famosa frase: “se acata, pero no se cumple”. Tenemos pues, en este momento histórico de la colonia, dos hechos fundacionales de la violencia como cultura: la imposición del más fuerte (que implica la condena y el estigma del más “débil”) y la formalidad inútil de las instituciones frente al poder real.  La cultura de la violencia se instala.
Ahora bien, la violencia de los grupos marginados y excluidos es un fenómeno antiguo que ha tenido diferentes manifestaciones pero que la constante es que se trata de víctimas, de agredidos que dan por respuesta la agresión, es decir, dentro de la misma dinámica de la propensión al nacimiento, la enfermedad... o la violencia podríamos decir. En este orden de ideas, el enunciar que “no existen dudas sobre la dimensión delincuencial de las pandillas” y quedarnos con esta sola afirmación, sería un reduccionismo extremo. Considero que si hemos fundado nuestra civilización sobre la cultura de la violencia, lo que hacen las personas agredidas es simplemente responder en la manera que pueden, pero claro, esta violencia no está legitimada, aunque es directamente provocada. Por eso sospecho fuertemente que esta respuesta está tasada, es decir, que por ejemplo, las empresas y los estados que promueven dentro del mismo contexto enunciado por el budismo del nacimiento, enfermedad, dolor y muerte, es decir la inercia, una carrera desaforada hacia la satisfacción de las necesidades bajo la ley del más fuerte, y metiendo a las personas en un cauce vertiginoso que no va más allá de esto, y que al contrario se interna en los seres humanos una sed extrema por la satisfacción de las necesidades, sean estas reales o creadas artificialmente. Es lógico pensar que habrán manifestaciones de violencia para los excluidos, para los insatisfechos y por tanto, como dije, sospecho que es algo que ya está planteado, que se han medido los costos y los beneficios no importando que de esto surjan pandillas porque lo que está para los incluidos, para los beneficiados es más ganancioso al final, considerando inclusive que algunos de los incluidos tengan que sufrir la violencia de los excluidos. 
¿Qué pasaría entonces si exploramos posibilidades de una opción alterna a la dinámica de la cultura de la violencia en su contexto del ciclo vital básico y movida por los instintos de supervivencia y reproducción? Me refiero a impulsar la posibilidad de valores alternativos que rompan con la dinámica de lo “necesario” y se retomen también los valores de nuestra cultura que desmontan la violencia. La sola reflexión alrededor de este planteamiento llevaría a las y los jóvenes, así como a los demás actores de este tema, a una búsqueda la cual podría en sí y desde su momento, ser una alternativa. Esta búsqueda implica también la investigación del papel que juegan la sociedad civil y el/ los estados. A la sociedad civil, especialmente a la sociedad civil organizada le compete tal vez una reflexión mas profunda y propongo una investigación de lo que ha sido esta reflexión sobre el problema, que incluya lo que hasta ahora ha hecho esta sociedad civil al respecto. Al estado le compete una reflexión alrededor de otras posibilidades mas allá de algo que viene directamente de la cultura de la violencia, como el manodurismo, sería interesante investigar y promover posibilidades a nivel estatal en la búsqueda de respuestas al problema de la violencia. De hecho, sería interesante establecer una especie de esclarecimiento histórico de lo que ha sido la relación estado-particulares, es decir, una revisión del contrato social en su dimensión real, ya que por ejemplo, los estándares de derechos de las y los excluidos y excluidas, aun siendo parte del contrato social, son sumamente bajos; a esto es a lo que yo llamo una suerte de "infra-estado" es decir, la realidad del derecho del débil se determina en tanto su debilidad y no en cuanto a su calidad de ser humano. Lo que estaría a la base de todo esto, es en precisamente cuestionar la dinámica de lo usuario, de lo que se deduce necesariamente de la fuerza, de la satisfacción de necesidades o del curso o más bien inercia del ciclo biológico. 

contribución de Gustavo Pineda (tohil23@yahoo.com.mx)  

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