Parte 1. De la instalación de la violencia
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Enfocar el
fenómeno de la violencia puede ser incompleto si no se hace un análisis
histórico de la misma; es decir desde las raíces más profundas en cuanto a
fenómeno propio de una cultura, especialmente la occidental. Un texto budista
enuncia: “Y yo también antes de despertar, al estar propenso a un nacimiento
a causa del ser, buscaba lo que de la misma forma estaba propenso a nacer a
causa del ser; al estar propenso a la vejez, enfermedad, muerte, pena e
impureza, se me ocurrió: ¿Por qué, si estoy propenso a todas estas cosas, las
sigo buscando? ¿Por qué no, al estar
propenso como estoy al nacimiento, vejez, decadencia, pena e impureza, busco lo
no nacido, la no vejez, la no decadencia, la no muerte, la no pena, lo puro, a
los más remotos lazos de seguridad, el Nirvana?” ( Ariyapariyesamasutta,
Majjhima-Nikaya, I. 163.)
La lógica de este
planteamiento nos daría el contexto de la violencia como conducta movida por
las necesidades que para algunos podrían ser el tanatos y el eros, es
decir, de donde vienen los instintos de supervivencia y reproducción, bajo la
lógica de que, se sobrevive y se reproduce el que logra imponerse sobre los
demás, siendo esto la ley del más fuerte o, como dirían los iuspositivistas, el
derecho llega hasta donde llega la flecha o la piedra del que la lanza.
Llevado este
planteamiento a un nivel colectivo, o más a un nivel de género humano, llegamos
al darwinismo social que sustentó la idea de la supremacía racial, es decir, el
fatalismo de que unas “razas” estaban destinadas a sucumbir para dar paso a la “raza
dominante”. De hecho, la ciencia del siglo XIX está muy marcada por este
postulado. Esta ha sido pues, la lógica del nacimiento de las estructuras
coloniales en América. Los conquistadores tenían derecho a imponerse manu militare y, como vencedores, tenían
derecho a gozar de lo conquistado, de la presa de guerra. Los indígenas no
tenían más que sucumbir ante la “nueva raza” y por tanto, toda expresión
indígena era consignada a categorías peyorativas cuando no destruida.
Y es que, tan
fuerte fue ese planteamiento que, cuando la Corona española intentó suprimir
las encomiendas (forma eufemística de la esclavitud) los conquistadores y sus
descendientes invocaron la famosa frase: “se acata, pero no se cumple”. Tenemos
pues, en este momento histórico de la colonia, dos hechos fundacionales de la
violencia como cultura: la imposición del más fuerte (que implica la condena y
el estigma del más “débil”) y la formalidad inútil de las instituciones frente
al poder real. La cultura de la
violencia se instala.
Ahora bien, la
violencia de los grupos marginados y excluidos es un fenómeno antiguo que ha
tenido diferentes manifestaciones pero que la constante es que se trata de
víctimas, de agredidos que dan por respuesta la agresión, es decir, dentro de
la misma dinámica de la propensión al nacimiento, la enfermedad... o la
violencia podríamos decir. En este orden de ideas, el enunciar que “no existen
dudas sobre la dimensión delincuencial de las pandillas” y quedarnos con esta
sola afirmación, sería un reduccionismo extremo. Considero que si hemos fundado
nuestra civilización sobre la cultura de la violencia, lo que hacen las
personas agredidas es simplemente responder en la manera que pueden, pero
claro, esta violencia no está legitimada, aunque es directamente provocada. Por
eso sospecho fuertemente que esta respuesta está tasada, es decir, que por
ejemplo, las empresas y los estados que promueven dentro del mismo contexto
enunciado por el budismo del nacimiento, enfermedad, dolor y muerte, es decir
la inercia, una carrera desaforada hacia la satisfacción de las necesidades
bajo la ley del más fuerte, y metiendo a las personas en un cauce vertiginoso
que no va más allá de esto, y que al contrario se interna en los seres humanos
una sed extrema por la satisfacción de las necesidades, sean estas reales o
creadas artificialmente. Es lógico pensar que habrán manifestaciones de
violencia para los excluidos, para los insatisfechos y por tanto, como dije, sospecho
que es algo que ya está planteado, que se han medido los costos y los
beneficios no importando que de esto surjan pandillas porque lo que está para
los incluidos, para los beneficiados es más ganancioso al final, considerando
inclusive que algunos de los incluidos tengan que sufrir la violencia de los
excluidos.
¿Qué pasaría
entonces si exploramos posibilidades de una opción alterna a la dinámica de la
cultura de la violencia en su contexto del ciclo vital básico y movida por los
instintos de supervivencia y reproducción? Me refiero a impulsar la posibilidad
de valores alternativos que rompan con la dinámica de lo “necesario” y se
retomen también los valores de nuestra cultura que desmontan la violencia. La
sola reflexión alrededor de este planteamiento llevaría a las y los jóvenes, así
como a los demás actores de este tema, a una búsqueda la cual podría en sí y
desde su momento, ser una alternativa. Esta búsqueda implica también la
investigación del papel que juegan la sociedad civil y el/ los estados. A la
sociedad civil, especialmente a la sociedad civil organizada le compete tal vez
una reflexión mas profunda y propongo una investigación de lo que ha sido esta
reflexión sobre el problema, que incluya lo que hasta ahora ha hecho esta sociedad
civil al respecto. Al estado le compete una reflexión alrededor de otras
posibilidades mas allá de algo que viene directamente de la cultura de la
violencia, como el manodurismo, sería interesante investigar y promover
posibilidades a nivel estatal en la búsqueda de respuestas al problema de la
violencia. De hecho, sería interesante establecer una especie de
esclarecimiento histórico de lo que ha sido la relación estado-particulares, es
decir, una revisión del contrato social en su dimensión real, ya que por
ejemplo, los estándares de derechos de las y los excluidos y excluidas, aun
siendo parte del contrato social, son sumamente bajos; a esto es a lo que yo
llamo una suerte de "infra-estado" es decir, la realidad del derecho del débil
se determina en tanto su debilidad y no en cuanto a su calidad de ser humano.
Lo que estaría a la base de todo esto, es en precisamente cuestionar la
dinámica de lo usuario, de lo que se deduce necesariamente de la fuerza, de la
satisfacción de necesidades o del curso o más bien inercia del ciclo biológico.
contribución de Gustavo Pineda (tohil23@yahoo.com.mx)
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