"Die Unartigen Kinder", 1849 |
Esta es una aspiración de mucha gente, padres,
madres, alumnas, alumnos, docentes… y también el título de una publicación de
UNESCO que es una guía para docentes. Me encanta esta guía porque es sencilla,
tiene consejos poderosos, pero también me parece que dan el clavo de algunos
elementos.
En el país esta ha sido una
preocupación recurrente. Desde mi experiencia, no hemos sido capaz de convertir a la escuela en
un lugar adecuado que fomente y conviva
con la paz. No quiero utilizar el término “seguro” porque supone ciertos
equívocos. El problema de la violencia no es un mero problema de seguridad que
debe encargarse a la policía. Ese es un error recurrente y garrafal que es
consecuencia de convertir el problema de la violencia en un asunto delictivo.
Ya he hablado de eso en diversos momentos.
En diversas ocasiones que
entrevisté a docentes, directors o subdirectors preguntando “¿cuál es la manifestación
más importante de violencia que hay en su escuela?” casi siempre respondieron “pandillas”…
y probablemente seguirán respondiendo así. En el opúsculo en referencia, UNESCO
identifica cuatro tipos principales de violencia presentes en la escuela y
desarrolla recomendaciones para cada tipo de violencia. Estas son:
a. El
castigo
b. Violencia
sexual y de género
c. El
acoso o matonería (bullying como está de moda llamarlo)
d. Factores
externos que afectan la seguridad (aquí entra el tema pandillas)
No voy a entrar en el asunto de
cómo es cada una de ellas o qué tipo de recomendaciones da el texto. Este lo pueden encontrar aquí. Me interesa destacar algunos elementos que en mis correrías
con el mundo escolar fui encontrando.
1. En
la mentalidad de las y los docentes cuesta aceptar que funcionamos mucho con
mentalidad punitiva. No sólo creemos que nos asiste el derecho (y la
obligación) de castigar, si no que nos cuesta reconocer (a veces resulta
imposible) que es una forma de violencia. En parte tiene que ver con asumir
responsabilidad como ejecutor de violencia (¿yo violento?)
2. En
la misma dirección, nos cuesta aceptar el rol que la escuela ha tenido en el
desarrollo de la violencia, en su responsabilidad de la configuración actual de
la violencia “de pensamiento, palabra,
obra u omisión”… sea por la línea del castigo o por permitir el acoso o la
violencia sexual, comprometemos la dirección de los educandos en una dirección
precisa. Es un hecho de sociología básica el considerar la escuela como una
institución de normalización y socialización: si nuestra sociedad y cultura es
violenta, entonces en la escuela paso algo (por acción u omisión) que ha
permitido se configure la sociedad de este modo preciso.
3. Cuando
decimos “las pandillas es el problema”, sin negar que tenemos un grave problema
de país, fácilmente invisibilizamos formas sutiles, aberrantes o evidentes de
violencia, pero que pasan por haber sido normalizadas e incluidas en le mundo
de lo aceptable. Es el caso no sólo del castigo, sino también del acoso (o
matonería) y de la violencia sexual. A la base de esto se encuentra la cultura
machista sobre la que escasamente se trabaja por desmontarla, en parte porque
quienes tienen la autoridad y liderazgo para animar el trabajo, no lo
visualizan como problema
4. El
grave problema de violencia del país, no lo va a resolver la escuela, pero se
vuelve un lugar estratégico de cambio social a largo plazo. Distintas
administraciones han tenido a la mano distintas herramientas para trabajar la
problemática, pero o bien los cambios de autoridades hacen que las cosas inicien
de cero o bien no se dispone de la visión estratégica necesaria sobre la
problemática de violencia a fin de construir un plan de diez años para
transformar la educación sobre los pilares de cultura de paz (que otra vez,
insisto, no se trata de hacer desfiles con niños vestidos de palomita blanca).
El primer paso es entender la violencia
para prevenirla. ¿Por dónde iniciamos? El librito de UNESCO puede ser un
fabuloso punto de partida.
Contribución de Luis Monterrosa (lmonterrosa@uca.edu.sv)