domingo, 7 de mayo de 2017

Construcción de paz... desde abajo



En abril de 2017 hemos articulado un equipo de trabajo para el proyecto regional denominado Voces e iniciativas comunitarias para construir espacios más seguros en América Latina y el Caribe”. El proyecto tiene como objetivo desarrollar una experiencia de abordaje participativo de la problemática local comunitaria en el tema de seguridad humana y que nosotros preferimos llama “construcción de paz desde abajo”. En la iniciativa participan equipos de Guatemala, Honduras, Jamaica, México, El Salvador y Colombia… estos últimos como socio anfitrión puesto que la experiencia en replicación corresponde a lo que se conoce como el Modelo de Medellín” impulsado por el Observatorio de Seguridad Humana de la Universidad de Antioquia.

El supuesto es que podemos impulsar transformaciones sostenibles fortaleciendo las relaciones locales, empoderando la organización y concediendo la toma de decisiones a través de un proceso participativo de modo que la gente identifique su situación y tome las medidas necesarias para transformar su situación.

El concepto de seguridad humana pieza fundamental de la propuesta del Observatorio de Medellín determina que hay diversas dimensiones que deben tomarse en cuenta para garantizar el bienestar de las personas. Se trata no sólo de la seguridad típica como resguardo ante la violencia y el delito, sino también de seguridad económica, en salud y alimentación, etc. Por tanto, es lo suficientemente amplio como para pensar como un correlato específico con el bienestar humano y así equiparable a la condición de paz y justicia con la que solemos identificar los procesos de construcción de paz.

Por construcción de paz entendemos un proceso de transformación de las relaciones y su entorno que busca bienestar y justicia para la gente. Presupone la conflictividad, entendida ésta como desacuerdos basados en las diferencias existentes: en la diversidad, podemos trabajar juntos. Presupone así mismo que nos desprendemos de la violencia como el medio típico para resolver los conflictos. Decimos “nos desprendemos” porque suele suceder que nos hemos habituado a echar mano de la violencia e incluso la hemos normalizado. Esta transformación supone normalmente cambios objetivos en lo económico, social,  cultural, etc., así como también cambios en las personas y sus relaciones, es decir en la manera cómo convivimos. Es decir, aprovechamos los conflictos para iniciar procesos de cambio desde lo personal hasta los problemas que tenemos en común (eso es precisamente transformación en el conflicto).

Así, hay dos grandes elementos que no podemos perder de vista en este proceso de construcción de paz: (a) la conciencia que tenemos de nosotros mismos y de nuestra situación y (b) la manera cómo se ejerce el poder en diversos ámbitos en la medida que esto configura nuestra situación social, económica, etc.

Pero este es un proceso comunitario y participativo. Desde abajo hemos apuntado, para decir que no es el “experto”, ni quien goce de algún tipo de autoridad institucional (gubernamental o no-gubernamental) quien va a definir los procesos de cambio. Un principio, en el enfoque de transformación de conflictos, dice que respecto un conflicto o una problemática a abordar, deben participar y tomar decisiones, todos los interesados, beneficiados y afectados por el conflicto. Por eso el primer paso ha de ser empoderar a la comunidad para que, con los instrumentos necesarios e idóneos, puede analizar bien su situación y a partir de ese análisis definir participativamente las propuestas. No se trata de un mero grupo focal en el que “experto” extrae información para hacer la propuesta o la política. Se trata de un estricto proceso de investigación realizado por la gente, con el apoyo técnico (prácticamente inicial) de un equipo facilitador. De ahí que sea clave la metodología de la Investigación Acción Participativa (IAP): Analizamos y entendemos nuestra situación, (co)producimos conocimiento,  valoramos diversas alternativas para transformar nuestra situación y las pones en marcha. 

Algunos escepticismos, por supuesto, aparecen. ¿Por qué hemos de conceder a la gente la toma de decisiones?, a pesar de los numerosos discursos sobre participación que suelen producirse, la autoridad (política, institucional  o académica) suele arrogarse la obligación de decidir por los demás. ¿A eso le llaman investigación? El especialista sólo concibe su propio trabajo como investigación, pero uno y otro lo son, con diversas profundidades e impactos, con la diferencia sustantiva que el saber producido por la gente en lo local, empodera y dignifica directa y poderosamente (Véase Historias, saberes y gentes). ¿Realmente quieren poner en marcha esa transformación? La creatividad puesta en marcha puede crear dudas sobre su operatividad, pero también suele incomodar al venir de la organización local empoderada que no necesariamente coincide con liderazgos externos.

Con todo, el proceso concede garantías de sostenibilidad porque parte de los intereses y necesidades de la gente, que son quienes mejor conocen su problemática interna y así, con los apoyos necesarios pueden acertar en soluciones óptimas. Por supuesto, el abordaje de la conflictividad siempre es complicado, máxime cuando se trata de enfocarse en las condiciones subjetivas y estructurales que hacen posible la violencia. De ahí que sea absolutamente necesario como punto de partida dos elementos fundamentales: (a) identificar la conflictividad existente en sus diversas modalidades y (b) identificar los actores (y actrices) esenciales relacionados con esa conflictividad existente. Justo con estos elementos comenzamos el proceso de aprovechar la conflictividad para montar un proceso de transformación desde abajo. Eso es transformación de conflictos. Es construir seguridad humana. Es construcción de paz... desde abajo.

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