En abril de 2017 hemos
articulado un equipo de trabajo para el proyecto regional denominado “Voces e iniciativas comunitarias para construir espacios más seguros
en América Latina y el Caribe”. El proyecto tiene como objetivo desarrollar una
experiencia de abordaje participativo de la problemática local comunitaria en
el tema de seguridad humana y
que nosotros preferimos llama “construcción de paz desde abajo”. En la iniciativa participan equipos de Guatemala,
Honduras, Jamaica, México, El Salvador y Colombia… estos últimos como socio
anfitrión puesto que la experiencia en replicación corresponde a lo que se
conoce como el “Modelo de Medellín”
impulsado por el Observatorio de Seguridad Humana de la Universidad de
Antioquia.
El supuesto es que podemos
impulsar transformaciones sostenibles fortaleciendo las relaciones locales,
empoderando la organización y concediendo la toma de decisiones a través de un
proceso participativo de modo que la gente identifique su situación y tome las
medidas necesarias para transformar su situación.
El concepto de seguridad humana pieza fundamental de
la propuesta del Observatorio de Medellín determina que hay diversas
dimensiones que deben tomarse en cuenta para garantizar el bienestar de las
personas. Se trata no sólo de la seguridad típica como resguardo ante la
violencia y el delito, sino también de seguridad económica, en salud y
alimentación, etc. Por tanto, es lo suficientemente amplio como para pensar
como un correlato específico con el bienestar humano y así equiparable a la
condición de paz y justicia con la
que solemos identificar los procesos de construcción de paz.
Por construcción de paz
entendemos un proceso de transformación de las relaciones y su entorno que
busca bienestar y justicia para la gente. Presupone la conflictividad,
entendida ésta como desacuerdos basados en las diferencias existentes: en la
diversidad, podemos trabajar juntos. Presupone así mismo que nos desprendemos de la violencia como el
medio típico para resolver los conflictos. Decimos “nos desprendemos” porque
suele suceder que nos hemos habituado a echar mano de la violencia e incluso la
hemos normalizado. Esta transformación supone normalmente cambios objetivos en
lo económico, social, cultural, etc.,
así como también cambios en las personas y sus relaciones, es decir en la
manera cómo convivimos. Es decir, aprovechamos los conflictos para iniciar
procesos de cambio desde lo personal hasta los problemas que tenemos en común
(eso es precisamente transformación en el
conflicto).
Así, hay dos grandes elementos
que no podemos perder de vista en este proceso de construcción de paz: (a) la
conciencia que tenemos de nosotros mismos y de nuestra situación y (b) la
manera cómo se ejerce el poder en diversos ámbitos en la medida que esto
configura nuestra situación social, económica, etc.
Pero este es un proceso
comunitario y participativo. Desde abajo
hemos apuntado, para decir que no es el “experto”, ni quien goce de algún tipo
de autoridad institucional (gubernamental o no-gubernamental) quien va a
definir los procesos de cambio. Un principio, en el enfoque de transformación
de conflictos, dice que respecto un conflicto o una problemática a abordar,
deben participar y tomar decisiones, todos los interesados, beneficiados y
afectados por el conflicto. Por eso el primer paso ha de ser empoderar a la
comunidad para que, con los instrumentos necesarios e idóneos, puede analizar
bien su situación y a partir de ese análisis definir participativamente las
propuestas. No se trata de un mero grupo focal en el que “experto” extrae
información para hacer la propuesta o la política. Se trata de un estricto
proceso de investigación realizado
por la gente, con el apoyo técnico (prácticamente inicial) de un equipo
facilitador. De ahí que sea clave la metodología de la Investigación Acción
Participativa (IAP): Analizamos y entendemos nuestra situación, (co)producimos
conocimiento, valoramos diversas
alternativas para transformar nuestra situación y las pones en marcha.
Algunos escepticismos, por
supuesto, aparecen. ¿Por qué hemos de
conceder a la gente la toma de decisiones?, a pesar de los numerosos
discursos sobre participación que suelen producirse, la autoridad (política,
institucional o académica) suele
arrogarse la obligación de decidir por los demás. ¿A eso le llaman investigación? El especialista sólo concibe su
propio trabajo como investigación, pero uno y otro lo son, con diversas
profundidades e impactos, con la diferencia sustantiva que el saber producido
por la gente en lo local, empodera y dignifica directa y poderosamente (Véase
Historias, saberes y gentes). ¿Realmente
quieren poner en marcha esa transformación? La creatividad puesta en marcha
puede crear dudas sobre su operatividad, pero también suele incomodar al venir
de la organización local empoderada que no necesariamente coincide con
liderazgos externos.
Con todo, el proceso concede
garantías de sostenibilidad porque
parte de los intereses y necesidades de la gente, que son quienes mejor conocen
su problemática interna y así, con los apoyos necesarios pueden acertar en
soluciones óptimas. Por supuesto, el abordaje de la conflictividad siempre es
complicado, máxime cuando se trata de enfocarse en las condiciones subjetivas y
estructurales que hacen posible la violencia. De ahí que sea absolutamente
necesario como punto de partida dos elementos fundamentales: (a) identificar la
conflictividad existente en sus diversas modalidades y (b) identificar los
actores (y actrices) esenciales relacionados con esa conflictividad existente.
Justo con estos elementos comenzamos el proceso de aprovechar la conflictividad
para montar un proceso de transformación desde abajo. Eso es transformación de
conflictos. Es construir seguridad humana. Es construcción de paz... desde abajo.
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