Por Josseline Zamora (00120812@uca.edu.sv)
Las variadas respuestas a las problemáticas sociales en el
país se pueden organizar en una especie de continuo compuesto por un polo de
represión y exclusión, y otro polo compuesto por medidas o iniciativas que
tienen como centro dinámicas de prevención e inclusión.
Actualmente he tenido la oportunidad de conocer una serie de
iniciativas que desde su posición intentan aportar a la disminución a corto,
mediano y largo plazo de los actos criminales y especialmente de homicidios.
Estas iniciativas suelen caracterizarse principalmente por hacer énfasis en la
modificación de las causas estructurales que propician la violencia, así como
el involucramiento de la comunidad como agentes activos y el uso de acciones alternativas,
entre ellas el uso del arte.
Dentro de este último, mi última aproximación han sido las
que hacen uso del arte urbano, que
suelen consistir en grafiti, rap, beatbox, batucada, breakdance y skateboard.
Las bondades de este tipo de iniciativas son varias: (a) Se permite el
involucramiento de la juventud dentro de labores de prevención, mediante el uso
de temas y actividades que son de su interés. (b) Deja de lado la versión
tradicional adultocentrista, donde los adultos eran quienes tomaban las decisiones
sobre las acciones que involucraban a la juventud y niñez, en cambio estas
iniciativas de arte urbano les han permitido a jóvenes retomar su rol activo y
decisivo. (c) No son iniciativas impuestas, sino que se ha impulsado aquellas iniciativas
iniciadas por jóvenes, las cuales ya se encontraban en las comunidades y solamente
han apoyado en el acceso a actores, recursos o publicidad. (d) Se les da el
reconocimiento a la juventud de que sus intereses y sus formas de expresión son
válidas.
Las anteriores son las bondades propiciadas por la
especificidad de hablar de arte urbano,
pero se vuelve también necesario especificar porque vale la pena apostar por el
arte en la prevención de la violencia. Una respuesta constante es la que hace
referencia a la disminución del ocio, pero asumir que esta es la razón por la
que este tipo de iniciativas funcionan es en cierta medida aceptar que el ocio
es lo que genera violencia. Aunque una cosa sí es cierta, y es que estar
involucrados en este tipo de actividades los aleja de los entornos donde son
reclutados o expuestos a violencia.
Sin embargo, a mi parecer particular coincido con Patricia Tovar
(2014), quien a partir de su experiencia y observación en Colombia expresa que
“el arte y su puesta en escena es más que simple entretenimiento. Es más que un
dispositivo didáctico o un mecanismo de catarsis. Es verdaderamente una ocasión para que una cultura y una sociedad se
definan a sí mismas, dramaticen su historia y su mitología colectiva, nos propongan desafíos, se nos presentan
alternativas y modos de ver el mundo diferente y eventualmente, nos
reafirmemos o cambiemos maneras de ser que nos causen ansiedad e inconformidad”
(p.353).
Es decir, estas iniciativas permiten que haya un
empoderamiento de la comunidad, quienes “se redefinen” y toman de nuevo el
control de su entorno. Existe un gran nivel de importancia en que la comunidad
recobre el valor y que se reconozcan con el derecho de tener su espacio, además
de sentirse con la capacidad para reclamarlo. Estas comunidades tienen todo el
derecho para hacer esto y ser coautores de su seguridad.
Esto directa o indirectamente genera que los grupos
delictivos sean expulsados y estos ven como única opción buscar una nueva base
de operaciones o un nuevo lugar donde cometer actos delictivos. Por tanto son
necesarias labores complementarias que permitan que las condiciones de
inseguridad previamente existentes en las comunidades, no se trasladen
simplemente a otras comunidades. Es la responsabilidad de diferentes actores el
permitir que estos grupos delictivos puedan enfrentar las consecuencias de sus
acciones, pero también aumentar la posibilidad de su reintegración en su
sociedad.
Otro aspecto importante que hizo que llamara mi atención fue
la falta de niñas o mujeres jóvenes presentes. Si bien no pudimos tener una completa
aproximación a todas las personas involucradas en las iniciativas, debido al
horario, los pocos que estuvieron presentes (o de quienes se pudo ver en fotos),
en su inmensa mayoría eran niños o hombres jóvenes. De esto me surgen dos ideas
y dos llamados de atención para quienes trabajan en cualquier tipo de
iniciativa de prevención de la violencia.
(1) No estamos cerca de eliminar las barreras existentes de género,
impuestas o propiciadas por los paradigmas e ideas que hemos ido transmitiendo
como sociedad. Con esto hablo de cuestiones que existen tanto en el imaginario,
como las respuestas a situaciones que se dan cotidianamente. Hablar de
percepción de seguridad en hombres y en mujeres es completamente diferente, y
sé que por lo menos actualmente muchos están de acuerdo con esta afirmación.
Una zona libre de pandillas puede seguir siendo una zona de peligro para una
niña, para una joven, para una mujer. El acoso y el abuso sexual no vienen
exclusivamente de grupos delictivos, puede provenir de personas que son activas
y que aportan a la comunidad. Lastimosamente esto disminuye su posible
participación en iniciativas comunitaria, ante el constante temor de dejar que
las niñas y jóvenes salgan de la casa y se exponga a los peligros de afuera.
Especialmente si a esto le sumamos la falta de educación sexual y la alta
probabilidad de embarazos prematuros.
(2) Me surge la duda de si en verdad estamos considerando la
dificultad de las iniciativas para permitir la inclusión de los grupos
poblacionales. Podría considerar que estoy pidiéndole demasiado a los trabajos
de prevención. Sé que si una estrategia es para jóvenes, no abarcará a adultos
o adultos mayores. Pero es necesario identificar si las características
particulares de la iniciativa facilitarán o dificultarán la participación de
las niñas y de las jóvenes. No se puede permitir que las iniciativas mantengan
el ciclo de exclusión. Tampoco se puede esperar que el tiempo sea el que
permita generar el cambio de percepción y que exista talvez en un futuro la
inclusión de estos grupos usualmente excluidos. Sabiendo estas condiciones
preliminares, se debe hacer un trabajo previo de concientización, de generación
de un clima de confianza. Generemos las condiciones necesarias que permitan la
inclusión de todos y todas.
A pesar de estos elementos, estas iniciativas resaltan y
merecen reconocimiento por darle su valor a la prevención, pero tampoco debemos
olvidar que ante cualquier trabajo de prevención de la violencia (o de
cualquier situación social) debemos estar dispuestos a evaluar y a ser
evaluados de manera crítica, porque como se dice comúnmente “no existe una sola
respuesta” y este es un trabajo largo de construcción y deconstrucción, para el
que necesitamos ideas nuevas, pero también crítica constante.
Referencias
Tovar, P.
(2015). Una reflexión sobre la violencia y la construcción de paz desde el
teatro y el arte. Universitas
Humanística, (80), 347-369. doi: 10.11144/Javeriana.UH80.rvcp
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