jueves, 16 de febrero de 2017

La violencia como tragedia

Resultado de imagen para violence shameEste febrero de 2017 ha retornado a mis manos un ejemplar de un texto clave. “Violence: reflections on a national epidemics” de James Gilligan (Vintage, 1997) cumplió 20 años de publicado y mi encuentro con el texto fue en el año 2000. Ahí nos lanzamos a publicar  o más reproducir dos capítulos traducidos con el meollo de su teoría de la violencia (podés encontrar los textos aquí).
El ejemplar que conocí desapareció junto con la extinta Yek Ineme, una ONG pionera en peacebuilding y conflict resolution. Recuerdo que el texto me apabulló y lo devoré un muy pocos días, impactado por los testimonios esclarecedores de la teoría de la causalidad que presenta el autor. Frente a diversos modelos multicausales (que no es lo mismo que multidimensional o multifactorial) Gilligan establece que la causa de la violencia reside en una emoción: la humillación abrumadora. 
Esta causa-raíz, por supuesto, se desliza entre diversos factores de riesgo. Pero los factores no son causa, son factores de riesgo. Consumo de bebidas alcohólicas, familias “disfuncionales” (me parece inadecuado ese término), el ocio (que tanto facilita a funcionarios gubernamentales y técnicos de ONG hablar como causa de la violencia juvenil) o la pobreza, son factores de riesgo, pero no causa. Así mismo, de acuerdo con la visión epidemiológica del autor, hay dos vectores de propagación de la humillación en tanto germen de la violencia: el sistema jurídico – penal / carcelario, que insiste una y otra vez en el castigo como respuesta ante la conducta inadecuada y el sistema económico – social que divide el mundo entre ganadores y perdedores…  El castigo no es sólo una forma de violencia, sino sobre todo una de las formas más humillantes de violencia; de ahí que entre más punitiva sea una sociedad, más violenta sea (esto es El Salvador). Al mismo tiempo, una sociedad excluyente que perversamente desecha a su gente porque no convive con el éxito y la fama en sus diversas formas, se convierte en el mejor almácigo para la violencia (en palabras de David Escobar Galindo).
De aquí se desprende un principio fundamental: todo lo que produce la humillación, promueve la violencia; todo lo que produce dignificación, es prevención de la violencia. Aquí tenemos ya un principio de evaluación de programas, políticas y proyectos de prevención de la violencia. Este es el punto fundamental: no cualquier cosa previene la violencia. ¿Los talleres artístico – culturales o el deporte previenen la violencia? En principio, no. Entretienen. Esto sólo tiene sentido si uno cree que el ocio es causa de la violencia, porque entonces la apuesta es por el entretenimiento. Pero si la causa de la violencia es otra, si trabajamos con una teoría alternativa, pués fácilmente resulta que no estamos siendo efectivos con inversiones millonarias en arte, cultura y deporte. Entiéndase: debe promoverse el arte, la cultura y el deporte, pero debe tenerse claro que no se es efectivo en prevención de la violencia, simplemente porque no se atiende la causa.
Pero la re-lectura del texto de Gilligan me ha hecho recuperar cosas e ideas. Una de estas es la de la violencia como tragedia. Esta es la manera como Gilligan titula su prólogo. Estamos acostumbrados a dividir el mundo entre criminales y ciudadanos, entre víctimas y ofensores. Así es en el tema de la violencia. Pero en realidad, la violencia es una tragedia, tanto para la víctima como para el ofensor. Pueda que sea obvio la dimensión trágica para la víctima y mucho menos obvio lo trágico para el ofensor. Pero en realidad, el ofensor, las más de las veces, no es más que una víctima del pasado. Sea porque convivió con un padre (o una madre) violento y humillante, porque ahí aprendió el mecanismo de la violencia como instrumento de resolución de conflictos; porque enfrentó humillaciones, el famoso bullying que se dice ahora, en la calle y en la escuela, terminando por abandonar la escuela y luego por no encontrar trabajo para convertirse en parte de la etiqueta humillante del mundo de los NINIs (UNICEF: ¿se dan cuenta de lo humillante de la categoría?). La violencia aparece así como un medio para restituirse, inadecuadamente, un poco de orgullo, frente al fracaso, la vejación y la trituración de la dignidad.
De acuerdo si no quiere hacer el esfuerzo de pensar  críticamente sobre la violencia. Pero de Immanuel Kant ya invitaba, a propósito de la Ilustración: ¡Sapere aude! (¡Atrévase a pensar!). Necesitamos seguir pensando no sólo de otro modo, sino críticamente, el problema de la violencia y el resto de problemas graves que tenemos.

contribución de Patricio Schweinsteiger Solis (p.schweinsteiger.solis@gmail.com)

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