Soy un convencido de la necesidad de entender la
violencia para poder prevenirla. Es una perogrullada, pero he encontrado gente
que o bien se contenta con lo (poco) que sabe o entiende o los que les parece totalmente secundario si
se entiende o no, puesto que los hechos son lo importante, no la posibilidad de
hacer teoría. Es más, he encontrado personas incluso con rango académico que
dicen que cualquier teoría es buena... como si fueran colores, como si diera
lomismo. Eso raya con la estupidez a mi modo de ver.
Ya he escrito antes sobre la teoría de la
humillación de Gilligan. He supuesto que el máximo de la crítica habría de
enfilarse hacia aquellas propuestas que reducen el problema de la violencia al
delito, reduciendo un problema social a un problema jurídico – penal y así,
depositando la responsabilidad del problema en fiscales y policías. Sin
embargo, recientemente caí en la cuenta de otra deformación con la que
convivimos y que tiene sus implicaciones operativas.
Lo curioso es que topé con el planteamiento dos
veces en el mismo día. Me sorprendió el planteamiento que escuché por la mañana
y doblemente sorprendido cuando lo escuché nuevamente por la tarde en dos
actividades distintas y sin conexión. Dos personajes distintos en dos
escenarios académicos distintos. Por la mañana, presentaba la matriz de Curle
de progresión del conflicto. Señalaba que la confrontación, como segundo
momento de progresión, históricamente ha sido por medios violentos, pero que en
términos de construcción de paz, suponía el desafío de desarrollar estrategias
de lucha noviolenta. Un dirigente gremial, luchador social y exguerrillero
levantó la mano para tomar la palabra. Señaló que no era posible pensar, ni soñar,
un mundo sin violencia. Él asumía la violencia como parte inexorable de la
vida. Incluso, decía nuestro interlocutor, está presente en el nacimiento
(supongo que refería al parto) y en el amor, al hacer el amor… Llamó mi atención
su enfoque naturalista y la reducción biologicista.
Por la tarde, compartí tiempo en un Foro filosófico
con dos prominentes personajes. Hablábamos de los desafíos de la realidad para
la filosofía. Hice alguna referencia a la necesidad de entender la violencia
para poder prevenirla. Un interlocutor del Foro tomó la palabra para hablar de
las raíces biológicas de la violencia: prácticamente para decir que está en el
DNA del ser humano. No quería decir que corre en nuestra sangre el ser
criminales, pero que sí, debemos echar en cuenta que la violencia es parte de
la vida… y del amor. Coincidía prácticamente calcado con el interlocutor de la
mañana. Lo más curioso de ambos casos es que asociaban la violencia al amor:
prácticamente dijeron “hacer el amor,
duele… y por tanto hay violencia.. y si no duele, no es amor porque de entrada
se entiende que hay penetración…” No sé dónde o con quiénes han hecho el
amor, pero estoy totalmente en desacuerdo. Es el correlato de del “quién te quiere, te pega”
Ambos interlocutores coinciden en su formación
clásica marxistoide del tipo de filosofía material naturalista. Digo
marxistoide por guardar los respetos a don Karl que más de alguna vez dijo que,
al menos él, no era marxista. Y porque claro, lo que entiendo por marxismo, dista muchísimo de lo que
estos dos representantes de la izquierda mostraban, auque probablemente ellos dirían que tienen
formación marxista. Con esto quiero decir que creo encontrar en este tipo de
planteamiento del clásico diamat como
la fuente de la visión de la violencia.
En esta visión de la violencia, no sólo va asociada
a un biologicismo pedestre, sino que la asume como parte constitutiva de la
vida del ser humano. Según este planteamiento, no puede faltar la sangre, ni la
violencia… ni siquiera en el amor. El amor es esencialmente violento. Con esto
queda asociado involuntariamente al “si
te pega, es porque quiere”. De ahí que tenga sentido enfrentar la violencia
con más violencia; o más bien, con una violencia mayor para poder contenerla
(si bien no se podría erradicar). Represión y manodurismo concuerda en esta Weltanschauung (visión de mundo) como
respuesta factible ante la violencia. Y aquí reside, junto con la Weltanschuung
conservadora situada a la derecha, que también asume el manodurismo y la
represión como la respuesta ante la violencia. Conservadurismo de izquierda y
de derecha que coinciden.
La frase clásica que dice “die Gewalt is der Geburtshelfer jeder alten Gesselschaft, die mit einer
neuen schwanger geht” con la que normalmente identificamos a la violencia
como la partera de la historia, no debe tomarse más que como una metáfora
relacionada con ciertos hechos históricos en los cuales se ha hecho presente la
violencia. Pero no tiene por qué ser así.
Por tanto, seguimos viendo necesario entender la
violencia para prevenirla.
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