lunes, 26 de febrero de 2018

La violencia: el cuento que se convirtió en realidad



Resultado de imagen para gerlach sociedades violentasPor Josseline Zamora (00120812@uca.edu.sv)
Siendo una persona nacida un año después de los Acuerdos de Paz, la guerra siempre me sonó como un hecho de historia en la que una serie de personajes ajenos a una realidad habían tomado parte. Para mí, esas personas se dividían en dos bandos: por un lado están los malos, que por una serie de características negativas, buscan hacer el daño y obtener beneficios sin importar que el método afecte a muchos. Por el otro lado, los buenos eran aquellos que hacían frente e intentaban evitar más daños impidiendo el plan de los malos.
Obviamente vivía en la dulce y peligrosa inocencia de considerar las guerras como hechos lejanos de mi realidad, donde los participantes solo eran personajes. Se me hacía difícil creer que las mismas personas que eran capaces de realizar actos tan crueles, sin interés en los mal llamados “daños colaterales”, eran como las personas que yo conocía en mi diario vivir. No niego la posibilidad de que la dificultad para dejar de lado esta noción sea un hecho muy propio y personal, que pueda ser compartido por muchos, pero que no es una norma.
Han sido varios momentos de mi vida los que han ido quebrando esta ilusión, y mi más reciente momento de cambio fue mientras leía a Christian Gerlach en su libro Sociedades Extremadamente Violentas (Fondo de Cultura Económica, México, 2015). En este libro presenta una serie de casos para explicar su propuesta teórica, presentada a partir del abordaje de diferentes sociedades en sus momentos de más altos niveles de violencia por parte de diferentes grupos hacia personas no combatientes. En el primer capítulo hace un reencuentro histórico de la masacre de supuestos comunistas en Indonesia durante 1965 y 1966. En esta masacre se estiman 500,000 muertos (o más del millón) en un plazo de poco más de 3 meses. Esto me hizo cuestionarme constantemente: ¿existen tantas personas dispuestas a tanto daño y brutalidad? ¿Es esta realidad ajena a nosotros? ¿Ajena a mí?
Ahora más de uno ha de preguntarse (y yo también lo hice) qué era lo que me afectaba tanto de ese relato. Siendo salvadoreña y habiendo vivido mis años de lucidez rodeada de niveles de violencia que aumentaban cada vez más, considero que en parte se debía a que, en el caso de Indonesia, me generaba tanto impacto la cantidad de muertos en un período tan corto de tiempo, pero definitivamente no era solamente eso. Unido a esto, la cercanía en el tiempo me pareció abrumante. Pensar que antes de los años en lo que ocurrió la matanza nacieron personas que todavía siguen vivas, entre ellos mis padres. Este dato en particular rompió con la idea que las barbaridades humanas ocurrieron muchos años atrás. Pero tampoco sé por qué eso me asombra si la guerra en el país, con sus respectivos atropellos de los derechos humanos, ocurrió en los años ochenta y si la situación actual ocurre día a día.
La respuesta es clara: todavía ahora vivo alejada de esa realidad y he estado alejada en gran medida de las consecuencias de la guerra civil. Vivo en lo que reconozco como una burbuja. Ese es mi privilegio, el que me permite asombrarme de los hechos que ocurren aquí, que suceden en otros lados o que ocurrieron tiempo atrás.
Y a pesar de eso, en esa burbuja encuentro evidencia para creer en los hechos de barbarie. Son todas y cada una de las conductas empapadas de violencia, incluso aquellos comentarios y expresiones de mi sociedad. Frases que llenan conversaciones, que se ven en los comentarios de las redes sociales o en las páginas de noticias. Todo eso me ayuda a creer en las sociedades violentas, en las masacres. A pesar que las sociedades no son inherentemente violentas, no es completamente difícil que lo sean. Lastimosamente a muchas personas no les faltan ganas, sino que les faltan medios y la validación social para realizar masacres. No les demos la validación, no aceptemos el odio y la violencia.

lunes, 29 de enero de 2018

Arte urbano y prevención de la violencia



Por Josseline Zamora (00120812@uca.edu.sv)


Las variadas respuestas a las problemáticas sociales en el país se pueden organizar en una especie de continuo compuesto por un polo de represión y exclusión, y otro polo compuesto por medidas o iniciativas que tienen como centro dinámicas de prevención e inclusión.
Actualmente he tenido la oportunidad de conocer una serie de iniciativas que desde su posición intentan aportar a la disminución a corto, mediano y largo plazo de los actos criminales y especialmente de homicidios. Estas iniciativas suelen caracterizarse principalmente por hacer énfasis en la modificación de las causas estructurales que propician la violencia, así como el involucramiento de la comunidad como agentes activos y el uso de acciones alternativas, entre ellas el uso del arte.
Dentro de este último, mi última aproximación han sido las que hacen uso del arte urbano, que suelen consistir en grafiti, rap, beatbox, batucada, breakdance y skateboard. Las bondades de este tipo de iniciativas son varias: (a) Se permite el involucramiento de la juventud dentro de labores de prevención, mediante el uso de temas y actividades que son de su interés. (b) Deja de lado la versión tradicional adultocentrista, donde los adultos eran quienes tomaban las decisiones sobre las acciones que involucraban a la juventud y niñez, en cambio estas iniciativas de arte urbano les han permitido a jóvenes retomar su rol activo y decisivo. (c) No son iniciativas impuestas, sino que se ha impulsado aquellas iniciativas iniciadas por jóvenes, las cuales ya se encontraban en las comunidades y solamente han apoyado en el acceso a actores, recursos o publicidad. (d) Se les da el reconocimiento a la juventud de que sus intereses y sus formas de expresión son válidas.
Las anteriores son las bondades propiciadas por la especificidad de hablar de arte urbano, pero se vuelve también necesario especificar porque vale la pena apostar por el arte en la prevención de la violencia. Una respuesta constante es la que hace referencia a la disminución del ocio, pero asumir que esta es la razón por la que este tipo de iniciativas funcionan es en cierta medida aceptar que el ocio es lo que genera violencia. Aunque una cosa sí es cierta, y es que estar involucrados en este tipo de actividades los aleja de los entornos donde son reclutados o expuestos a violencia.
Sin embargo, a mi parecer particular coincido con Patricia Tovar (2014), quien a partir de su experiencia y observación en Colombia expresa que “el arte y su puesta en escena es más que simple entretenimiento. Es más que un dispositivo didáctico o un mecanismo de catarsis. Es verdaderamente una ocasión para que una cultura y una sociedad se definan a sí mismas, dramaticen su historia y su mitología colectiva, nos propongan desafíos, se nos presentan alternativas y modos de ver el mundo diferente y eventualmente, nos reafirmemos o cambiemos maneras de ser que nos causen ansiedad e inconformidad” (p.353).
Es decir, estas iniciativas permiten que haya un empoderamiento de la comunidad, quienes “se redefinen” y toman de nuevo el control de su entorno. Existe un gran nivel de importancia en que la comunidad recobre el valor y que se reconozcan con el derecho de tener su espacio, además de sentirse con la capacidad para reclamarlo. Estas comunidades tienen todo el derecho para hacer esto y ser coautores de su seguridad.
Esto directa o indirectamente genera que los grupos delictivos sean expulsados y estos ven como única opción buscar una nueva base de operaciones o un nuevo lugar donde cometer actos delictivos. Por tanto son necesarias labores complementarias que permitan que las condiciones de inseguridad previamente existentes en las comunidades, no se trasladen simplemente a otras comunidades. Es la responsabilidad de diferentes actores el permitir que estos grupos delictivos puedan enfrentar las consecuencias de sus acciones, pero también aumentar la posibilidad de su reintegración en su sociedad.
Otro aspecto importante que hizo que llamara mi atención fue la falta de niñas o mujeres jóvenes presentes. Si bien no pudimos tener una completa aproximación a todas las personas involucradas en las iniciativas, debido al horario, los pocos que estuvieron presentes (o de quienes se pudo ver en fotos), en su inmensa mayoría eran niños o hombres jóvenes. De esto me surgen dos ideas y dos llamados de atención para quienes trabajan en cualquier tipo de iniciativa de prevención de la violencia.
(1) No estamos cerca de eliminar las barreras existentes de género, impuestas o propiciadas por los paradigmas e ideas que hemos ido transmitiendo como sociedad. Con esto hablo de cuestiones que existen tanto en el imaginario, como las respuestas a situaciones que se dan cotidianamente. Hablar de percepción de seguridad en hombres y en mujeres es completamente diferente, y sé que por lo menos actualmente muchos están de acuerdo con esta afirmación. Una zona libre de pandillas puede seguir siendo una zona de peligro para una niña, para una joven, para una mujer. El acoso y el abuso sexual no vienen exclusivamente de grupos delictivos, puede provenir de personas que son activas y que aportan a la comunidad. Lastimosamente esto disminuye su posible participación en iniciativas comunitaria, ante el constante temor de dejar que las niñas y jóvenes salgan de la casa y se exponga a los peligros de afuera. Especialmente si a esto le sumamos la falta de educación sexual y la alta probabilidad de embarazos prematuros.
(2) Me surge la duda de si en verdad estamos considerando la dificultad de las iniciativas para permitir la inclusión de los grupos poblacionales. Podría considerar que estoy pidiéndole demasiado a los trabajos de prevención. Sé que si una estrategia es para jóvenes, no abarcará a adultos o adultos mayores. Pero es necesario identificar si las características particulares de la iniciativa facilitarán o dificultarán la participación de las niñas y de las jóvenes. No se puede permitir que las iniciativas mantengan el ciclo de exclusión. Tampoco se puede esperar que el tiempo sea el que permita generar el cambio de percepción y que exista talvez en un futuro la inclusión de estos grupos usualmente excluidos. Sabiendo estas condiciones preliminares, se debe hacer un trabajo previo de concientización, de generación de un clima de confianza. Generemos las condiciones necesarias que permitan la inclusión de todos y todas.
A pesar de estos elementos, estas iniciativas resaltan y merecen reconocimiento por darle su valor a la prevención, pero tampoco debemos olvidar que ante cualquier trabajo de prevención de la violencia (o de cualquier situación social) debemos estar dispuestos a evaluar y a ser evaluados de manera crítica, porque como se dice comúnmente “no existe una sola respuesta” y este es un trabajo largo de construcción y deconstrucción, para el que necesitamos ideas nuevas, pero también crítica constante.

Referencias
Tovar, P. (2015). Una reflexión sobre la violencia y la construcción de paz desde el teatro y el arte. Universitas Humanística, (80), 347-369. doi: 10.11144/Javeriana.UH80.rvcp

viernes, 19 de enero de 2018

Teorías de la violencia: donde conservadores de izquierda y derecha coinciden



Resultado de imagen para geburtshelfer gewalt marxContribución de Patricio Schweinsteiger (p.schweinsteiger.solis@gmail.com)
Soy un convencido de la necesidad de entender la violencia para poder prevenirla. Es una perogrullada, pero he encontrado gente que o bien se contenta con lo (poco) que sabe o entiende  o los que les parece totalmente secundario si se entiende o no, puesto que los hechos son lo importante, no la posibilidad de hacer teoría. Es más, he encontrado personas incluso con rango académico que dicen que cualquier teoría es buena... como si fueran colores, como si diera lomismo. Eso raya con la estupidez a mi modo de ver.

Ya he escrito antes sobre la teoría de la humillación de Gilligan. He supuesto que el máximo de la crítica habría de enfilarse hacia aquellas propuestas que reducen el problema de la violencia al delito, reduciendo un problema social a un problema jurídico – penal y así, depositando la responsabilidad del problema en fiscales y policías. Sin embargo, recientemente caí en la cuenta de otra deformación con la que convivimos y que tiene sus implicaciones operativas.

Lo curioso es que topé con el planteamiento dos veces en el mismo día. Me sorprendió el planteamiento que escuché por la mañana y doblemente sorprendido cuando lo escuché nuevamente por la tarde en dos actividades distintas y sin conexión. Dos personajes distintos en dos escenarios académicos distintos. Por la mañana, presentaba la matriz de Curle de progresión del conflicto. Señalaba que la confrontación, como segundo momento de progresión, históricamente ha sido por medios violentos, pero que en términos de construcción de paz, suponía el desafío de desarrollar estrategias de lucha noviolenta. Un dirigente gremial, luchador social y exguerrillero levantó la mano para tomar la palabra. Señaló que no era posible pensar, ni soñar, un mundo sin violencia. Él asumía la violencia como parte inexorable de la vida. Incluso, decía nuestro interlocutor, está presente en el nacimiento (supongo que refería al parto) y en el amor, al hacer el amor… Llamó mi atención su enfoque naturalista y la reducción biologicista.

Por la tarde, compartí tiempo en un Foro filosófico con dos prominentes personajes. Hablábamos de los desafíos de la realidad para la filosofía. Hice alguna referencia a la necesidad de entender la violencia para poder prevenirla. Un interlocutor del Foro tomó la palabra para hablar de las raíces biológicas de la violencia: prácticamente para decir que está en el DNA del ser humano. No quería decir que corre en nuestra sangre el ser criminales, pero que sí, debemos echar en cuenta que la violencia es parte de la vida… y del amor. Coincidía prácticamente calcado con el interlocutor de la mañana. Lo más curioso de ambos casos es que asociaban la violencia al amor: prácticamente dijeron “hacer el amor, duele… y por tanto hay violencia.. y si no duele, no es amor porque de entrada se entiende que hay penetración…” No sé dónde o con quiénes han hecho el amor, pero estoy totalmente en desacuerdo. Es el correlato de del “quién te quiere, te pega

Ambos interlocutores coinciden en su formación clásica marxistoide del tipo de filosofía material naturalista. Digo marxistoide por guardar los respetos a don Karl que más de alguna vez dijo que, al menos él, no era marxista. Y porque claro, lo que entiendo por marxismo, dista muchísimo de lo que estos dos representantes de la izquierda mostraban, auque  probablemente ellos dirían que tienen formación marxista. Con esto quiero decir que creo encontrar en este tipo de planteamiento del clásico diamat como la fuente de la visión de la violencia.

En esta visión de la violencia, no sólo va asociada a un biologicismo pedestre, sino que la asume como parte constitutiva de la vida del ser humano. Según este planteamiento, no puede faltar la sangre, ni la violencia… ni siquiera en el amor. El amor es esencialmente violento. Con esto queda asociado involuntariamente al “si te pega, es porque quiere”. De ahí que tenga sentido enfrentar la violencia con más violencia; o más bien, con una violencia mayor para poder contenerla (si bien no se podría erradicar). Represión y manodurismo concuerda en esta Weltanschauung (visión de mundo) como respuesta factible ante la violencia. Y aquí reside, junto con la Weltanschuung conservadora situada a la derecha, que también asume el manodurismo y la represión como la respuesta ante la violencia. Conservadurismo de izquierda y de derecha que coinciden.

La frase clásica que dice “die Gewalt is der Geburtshelfer jeder alten Gesselschaft, die mit einer neuen schwanger geht” con la que normalmente identificamos a la violencia como la partera de la historia, no debe tomarse más que como una metáfora relacionada con ciertos hechos históricos en los cuales se ha hecho presente la violencia. Pero no tiene por qué ser así.

Por tanto, seguimos viendo necesario entender la violencia para prevenirla.